La hipótesis de Simon Kuznets, planteada a mediados del siglo pasado, sugiere que la desigualdad de ingresos aumenta en las primeras fases del desarrollo económico para luego disminuir a medida que una nación progresa. Esta idea, que dibuja una “U invertida”, ha sido un pilar en el debate económico. Sin embargo, en un mundo donde un 70% de la población reside en países donde la desigualdad se ha incrementado en los últimos años, cabe preguntarse: ¿Es esta teoría aún válida? ¿Y qué nos revela en el caso ecuatoriano?

La investigación titulada “Desarrollo económico y desigualdad de ingresos: acceso a la evidencia desde la perspectiva de la hipótesis de Kuznets para una muestra global”, puso a prueba esta hipótesis. Llevado a cabo por Byron Quito, Wilman-Santiago Ochoa-Moreno, José Álvarez-García y María de la Cruz del Río-Rama, el estudio analizó 113 países en un periodo de treinta años, divididos por nivel de ingresos. Para medir la desigualdad, se emplearon dos variantes del índice de Gini, el Gini 1 (antes de impuestos y transferencias) y el Gini 2 (después de impuestos), utilizando el PIB per cápita como indicador de crecimiento económico.
El Índice de Gini, también conocido como Coeficiente de Gini, es una de las herramientas más utilizadas a nivel mundial para medir la desigualdad de ingresos en una población. Su importancia radica en que permite que economistas y gobiernos cuantifiquen la brecha entre ricos y pobres con un solo número, facilitando comparaciones entre países y a lo largo del tiempo para evaluar el impacto de las políticas económicas y sociales.
Desarrollo sin equidad
Ecuador, clasificado por el Banco Mundial como un país de ingresos medio-altos, presenta un panorama que muestra un desafío particular. El estudio, al analizar los datos país por país, revela un hallazgo: Ecuador no valida la hipótesis de la “U invertida” de Kuznets, ni para el Gini 1 ni para el Gini 2. Esto significa que el crecimiento económico en este país, inclusive tras considerar las políticas de impuestos y transferencias, no ha logrado seguir el patrón de disminución de la desigualdad que la curva de Kuznets pronostica tras un aumento inicial.
El economista Santiago Ochoa, coautor de la investigación, subraya esta observación al explicar que “en periodos largos donde hay crecimiento, este se relaciona más con la inequidad que con el desarrollo como tal. Esto nos encierra en un círculo eterno”. Y destaca que, para Ecuador, la curva se asemeja más a una “S” o una línea recta, indicando una persistente desigualdad.
Deficiencias estructurales
La desconexión entre crecimiento y reducción de la desigualdad en Ecuador obedece a deficiencias estructurales profundas, según indica Santiago Ochoa. A su juicio, considera que, por una parte, existe una “conciencia social” limitada entre los economistas, que priorizan el crecimiento del PIB por encima de la equidad.
Por otra, el sistema tributario de la región, incluido Ecuador, tiende a ser “más político que redistributivo”, sin lograr canalizar los impuestos de manera efectiva. A esto se suma lo que el reconocido economista John Maynard Keynes denominó “paradoja de la austeridad”, según la cual la reducción del aparato estatal en momentos de crisis genera más desempleo y recorta el acceso a servicios esenciales, empobreciendo aún más a la población. Y una población preocupada por la supervivencia es susceptible de caer en la informalidad o inclusive en la delincuencia, lo que obstaculiza el progreso general.
Datos internos de Ecuador muestran que solo tres de cada 10 ecuatorianos tienen acceso a un salario básico. Además, las disparidades regionales son manifiestas; las provincias del Oriente, ricas en producción petrolera y minera, se encuentran históricamente entre las más pobres del país, evidenciando una ineficacia profunda en la distribución de la riqueza. Este panorama se ha visto exacerbado por la pandemia de la COVID-19, que impactó negativamente en la matrícula educativa y el acceso a la salud.
Propuestas para Ecuador
Con un crecimiento que puede ser inferior a lo esperado, Santiago Ochoa advierte: “es muy probable que el primer trimestre de 2026 estemos en el inicio de una crisis económica”. Por eso, es vital implementar políticas adecuadas que reviertan la situación.
“Si una plantita comienza a crecer, creció. Pero si genera frutos, se está desarrollando. Si no, únicamente creció y al final se va a terminar cayendo porque no se desarrolló”, sostiene Ochoa. Por eso destaca que el concepto de sostenibilidad es un imperativo para cualquier intervención y puesta en práctica de medidas y detalla que deben considerarse dos aspectos fundamentales: “que lo que haces en materia económica no afecte a las siguientes generaciones y que lo puedas mantener al mismo ritmo durante largo plazo”.
Algunas de las políticas urgentes que Ochoa considera fundamentales incluyen la renegociación estratégica de la deuda externa para liberar recursos, la inversión focalizada en el consumo y la generación de empleo (creando las condiciones para que la empresa privada actúe como motor), una inversión masiva en salud y educación para garantizar un acceso equitativo y de calidad, y la implementación de políticas de seguridad contundentes que combatan la corrupción desde la raíz. Asimismo, es fundamental impulsar un cambio de matriz productiva, pasando de la exportación de materias primas a la agregación de valor.
La experiencia de Ecuador nos enseña que el crecimiento económico por sí solo no garantiza el desarrollo ni la reducción de la desigualdad. Se requiere un consenso político y social de largo plazo, una reestructuración profunda de las prioridades económicas y una acción decidida que ponga la equidad en el centro de toda estrategia. Solo así, mediante la cooperación, una visión integral del desarrollo y una efectiva canalización de recursos, Ecuador podrá construir un futuro más próspero e inclusivo para todos sus ciudadanos.

Hay un tema que los economistas, siendo personas de ciencias sociales, nos solemos olvidar: la conciencia social. De forma muy americanizada, pensamos que solo crecer es el objetivo y no nos preocupamos de la equidad.
Santiago Ochoa, docente de la carrera de Economía de la UTPL
Respondiendo a la pregunta inicial: ¿La teoría de Kuznets es aún válida? Santiago Ochoa explica que su vigencia debe matizarse. Factores como la globalización, los cambios tecnológicos y las debilidades institucionales han amplificado el panorama actual de la desigualdad. Sin embargo, la teoría mantiene su valor como marco analítico, ofreciendo una base para repensar políticas económicas “capaces de responder a un mundo donde la concentración de ingresos y oportunidades es un desafío central para más del 70% de la población mundial”, concluye Ochoa.










