Por: María Josefa Rubio Gómez
Desde su creación, hablando de los años 1960 – 1970, la educación a distancia ha cumplido un rol importantísimo en el contexto universitario. En esos años, grandes universidades comienzan a ofrecer este tipo de educación, movidas especialmente por la necesidad de atender a sectores de la población a los que no llegaba la educación tradicional o presencial. Podemos mencionar, entre otras causas, las referentes a la situación geográfica, laboral y de edad, o a quienes por diversas circunstancias familiares o personales no les era factible estudiar una carrera universitaria. Es decir, la educación a distancia nace con un sello eminente de responsabilidad social, teniendo en cuenta la igualdad de oportunidades para los que no podían acceder de otra forma a la educación superior.
Si consideramos la situación de pandemia, es evidente que la educación a distancia, virtual o en línea, ha cobrado un protagonismo indiscutible -por necesidad- en todos los niveles educativos, no solo universitarios, ayudando en todo el mundo a la continuidad educativa en momentos que no se podía impartir la educación de otra forma. Debido a la emergencia, las instituciones y los propios alumnos se han equipado de mejor manera en el ámbito tecnológico para asumir este tipo de educación, el cual sigue avanzando a pasos agigantados para ofrecernos mejores posibilidades y convertirse en una opción educativa con un presente y futuro prometedores.
Nos preocupa, por tanto, la calidad educativa de las experiencias improvisadas por las circunstancias comentadas, pues la educación a distancia debe ser pensada y ejecutada considerando que es un sistema complejo en el que hay que tener en cuenta muchas variables y que, además, debe ser diseñada con antelación. Es preciso formar a los docentes, administrativos y autoridades.
Es hora de que las instituciones que sigan ofreciendo educación a distancia, en línea o virtual, inclusive en contextos híbridos, planifiquen un sistema de gestión académica, administrativa, tecnológica y de gestión de los servicios perfectamente definido y teniendo en cuenta la formación de todos los actores, empezando por los docentes. Asimismo, los materiales elaborados o adquiridos con las debidas licencias, la planificación de tutorías y el sistema de evaluación. La correcta gestión de la educación a distancia debe implicar la distribución de roles; el sistema tecnológico que no solo pueda soportar los ámbitos de docencia, gestión y administración con todos los procesos que conllevan, perfectamente definidos; y adjudicación de responsabilidades, sino que tenga en cuenta la realidad o perfil de los alumnos a los que se dirige y la evolución permanente de todos los involucrados.
Este editorial forma parte de la Revista Perspectivas de Investigación, edición #63, correspondiente a los meses febrero-marzo 2022. Si quieres acceder a la revista completa clic aquí.