La palabra fuego o incendios forestales se asocia con desastres naturales, destrucción y con víctimas humanas o de especies. Sin embargo, esta percepción, desde el punto de vista de la ciencia, es menos negativa “si se tiene en cuenta que los incendios forman parte de la naturaleza y han moldeado la diversidad de nuestros ecosistemas durante millones de años” (CSIC, 2024). Esto no mitiga la peligrosidad que resulta de la intencionalidad o desconocimiento en el momento de utilizar el fuego para un fin concreto.
Para conocer sobre la “ciencia del fuego”, conocida como Ecología del Fuego (que estudia cómo el fuego interactúa con el ambiente y cómo influye en la biodiversidad), conversamos con Vinicio Carrión, experto investigador en análisis y gestión de ecosistemas y miembro del Grupo de Investigación Biodiversidad de Ecosistemas Tropicales -Bietrop- de la Universidad Técnica Particular de Loja, quien nos explica cómo el fuego, lejos de ser solo una amenaza, puede ser también un aliado para el equilibrio de los ecosistemas. Carrión comparte su perspectiva sobre la gestión del fuego en áreas ecológicas como el páramo y los matorrales, el impacto del cambio climático en la frecuencia e intensidad de los incendios, y la importancia de una legislación adaptada y efectiva.
El experto indica que, actualmente, Ecuador cuenta con normativas que sancionan los incendios, pero considera que las leyes existentes no son efectivas puesto que son réplicas de otros países con condiciones ambientales diferentes y diversas a la particularidades ecológicas de nuestro territorio. “Queremos generar normativas basadas sobre datos científicos de cada ecosistema”, expresa. La intención es que la legislación no solo sea punitiva, sino que también fomente el uso responsable y controlado del fuego para beneficiar el entorno.
Carrión explica que la “ecología del fuego” es en sí una ciencia que analiza cómo se comporta el fuego, cuál es su impacto en los ecosistemas y cómo las variaciones climáticas, como la velocidad y dirección del viento, la humedad relativa y la temperatura, influyen en los incendios forestales. En Ecuador, con sus diversas regiones biogeográficas, las características del fuego varían considerablemente: en la Costa, con temperaturas altas y vegetación más seca, los incendios son más comunes y se dan con mayor frecuencia que en la Amazonía, donde la humedad dificulta su propagación.
Un concepto clave en la ecología del fuego es la severidad del incendio, que se clasifica en tres niveles: alta, moderada y baja. Cada tipo tiene efectos distintos en el ecosistema. Un incendio de alta severidad puede destruir completamente la vegetación, aumentando la temperatura a niveles extremos, incluso hasta 800 grados centígrados, lo cual Carrión describe como “el verdadero infierno”. Sin embargo, en incendios de moderada y baja severidad, de acuerdo con las evidencias científicas obtenidas, los suelos se recuperan y aportan a su mejora.
Las investigaciones efectuadas hasta la actualidad y que han sido publicadas en revistas de alto impacto, indica Carrión, revelan que los incendios controlados a través de quemas experimentales son una herramienta para la regeneración de ecosistemas en los Andes ecuatorianos. En particular, en los estudios se exploró cómo los incendios de alta y baja severidad afectan a los suelos y a la biodiversidad en los páramos y matorrales del sur de Ecuador. Mediante imágenes satelitales y análisis en parcelas experimentales, se observó pérdidas iniciales de nutrientes y diversidad en especies clave como líquenes y briofitas. Sin embargo, se evidencia una recuperación entre cuatro y seis años, sugiriendo que las quemas controladas pueden fomentar la regeneración natural de estos ecosistemas frágiles.
Esto se demuestra en el estudio publicado en la revista Fire, el cual examinó los efectos de los incendios de diversa severidad sobre las propiedades fisicoquímicas de los suelos en el ecosistema de matorral montano húmedo (HMs) en el sur de Ecuador. Mediante imágenes satelitales y análisis de suelo, se supervisó cómo los incendios afectan la densidad aparente del suelo, el pH y la materia orgánica. Los incendios de alta severidad provocaron compactación del suelo y pérdidas de nutrientes. Y, a medida que transcurre el tiempo tras un incendio, se registran mejoras en las propiedades químicas del suelo, mostrando una capacidad de recuperación en un plazo de cuatro a seis años. Los hallazgos apoyan prácticas de restauración temprana y regulaciones para la gestión de incendios en este ecosistema vulnerable.
Asimismo, en el estudio realizado por el grupo de expertos se investigó el impacto de incendios prescritos en la diversidad de briofitas y líquenes en un páramo de Ecuador. Carrión señala que se implementaron quemas controladas en parcelas experimentales para evaluar cómo afecta el fuego a las comunidades de plantas no vasculares. Los resultados mostraron que el fuego de baja intensidad reduce inicialmente la riqueza y diversidad de especies, aunque estas se recuperan con el tiempo. Se registraron 27 especies, predominantemente de las familias Cladoniaceae y Dicranaceae, conocidas por su papel pionero en suelos afectados por incendios. La recuperación a largo plazo sugiere que el fuego, bajo ciertas condiciones, puede contribuir a la regeneración del ecosistema del páramo.
Cambio climático y su impacto en la recurrencia de incendios
El cambio climático ha generado condiciones propicias para un aumento en la frecuencia e intensidad de los incendios. “La comunidad científica ha anunciado que en los próximos 10 años el número de incendios aumentará en todo el planeta”, afirma Carrión. Este incremento se debe tanto a factores climáticos como a la intervención humana, ya sea accidental o con intenciones políticas.
Carrión señala que en el caso de Ecuador, por ejemplo, en la provincia de Loja, específicamente en el cantón Quilanga, y en Quito, últimamente se han registrado incendios de alta severidad con pérdidas ambientales importantes y afectaciones humanas, las investigaciones realizadas por el órgano competente deberán revelar si fueron intencionales o no. Así también existen otros motivos para el uso del fuego, como es el caso de Brasil, donde en ocasiones se utiliza para expulsar a comunidades indígenas de sus tierras, en un proceso incentivado por políticas agrarias permisivas.
Quemas controladas: una herramienta para la gestión ecológica
En su experiencia, Carrión ha sido testigo de cómo la quema controlada o “quema prescrita” se utiliza para reducir la carga de combustible vegetal en ecosistemas específicos, como los parques nacionales en Costa Rica. Esta práctica evita que se acumulen materiales inflamables, previniendo la posibilidad de que se produzcan incendios catastróficos o mega incendios. En Ecuador, la quema controlada comienza a ser aceptada, especialmente en cantones de Manabí, donde ya existe una normativa para realizarlas con asesoría técnica.
Por otro lado están las prácticas ancestrales indígenas para el uso del fuego, las cuales son esenciales en la conservación de los ecosistemas. Carrión destaca la importancia de aprender del uso ancestral del fuego, como es el caso de la comunidad Kichwa Saraguro de San Lucas, parroquia del cantón Loja, donde los habitantes poseen técnicas de quema que minimizan los riesgos de incendios descontrolados. “Más bien deberíamos aprender de ellos”, señala, y explica que las comunidades indígenas han manejado el fuego con un respeto y conocimiento profundo del ecosistema, transmitido de generación en generación. Dichas investigaciones han sido publicadas en las mejores revistas científicas en ese campo.
Finalmente, Vinicio Carrión destaca la importancia de educar a la ciudadanía y a las autoridades sobre la ecología del fuego y su aplicación en la conservación de los ecosistemas. Con estudios que respaldan el uso del fuego controlado, espera que Ecuador pueda implementar políticas adaptadas a sus diversas realidades ecológicas. En un país con una riqueza ambiental inmensa y desafíos crecientes por el cambio climático, el manejo adecuado del fuego podría ser clave para preservar el equilibrio ambiental.