Cuando nos piden que identifiquemos el color en que está escrita la palabra verde es posible que digamos verde, aunque esté escrita con tinta azul. La percepción de las cosas está condicionada por la ubicación del estímulo, por el contexto y por la asociación con estímulos anteriores. El profesor Byron Bustamante, del Departamento de Psicología investiga la congruencia de respuesta a los estímulos y las reacciones después del error en la respuesta. “Equivocarse es, en su opinión, “un buen modo de aprender y una actitud saludable porque un cerebro sano es el que, aunque comete errores, los corrige”, sostiene.
Las redes sociales están llenas de juegos de entretenimiento que se basan sobre lo que usted estudia: la interferencia.
La interferencia es cuando hay que prestar atención a algo y, alrededor de ello, existen otros estímulos. El efecto Simon, por ejemplo, es un efecto de interferencia que ocurre frecuentemente. Se usa en investigación porque todos respondemos a esos estímulos por naturaleza. Para el cerebro es más importante determinar de dónde proviene un estímulo que sus características. Por ejemplo, si nos lanzan una piedra, no nos detenemos a pensar qué tipo de piedra es, sino que simplemente intentamos esquivarla. En el test Simon que se hizo en la investigación se pedía determinar hacia dónde apuntaba una flecha que aparecía en pantalla. Cuando una flecha apunta a la derecha, pero aparece en el lado izquierdo de la pantalla, la ubicación genera interferencia. Un efecto similar es el de Stroop, en el cual se pide que nombremos el color con el que está escrita una palabra, pero esa palabra es el nombre de un color que no corresponde al que debemos determinar. Se genera una interferencia porque estamos más habituados a leer que a identificar el color.
¿La edad, influye?
Nosotros trabajamos sobre los efectos post-error para determinar si hay un incremento de precisión después de un error (PIA) o si se incrementa el tiempo de respuesta después de un error (PES), es decir, se hace más lenta la reacción al estímulo. La investigación muestra que jóvenes y adultos presentan PES. Eso evidencia que hay un proceso meta-cognitivo, es decir que a medida que hacen una tarea están detectando qué es lo que pasa en esa tarea. Jóvenes y adultos mayores usan ese tiempo. Sin embargo, adultos muy mayores (> 85 años) se enlentecen tanto después de un error como antes de cometerlo: es decir su nivel de procesamiento de información ya es lento y la diferencia de tiempos entre pre-error y post-error es muy corta. Los adultos muy mayores son muy precavidos, prefieren demorarse a equivocarse y tienden a ser más lentos porque buscan acertar.
¿Cómo realizan las pruebas de estímulo-respuesta?
En el test Simon que se hizo en la investigación se pedía determinar hacia dónde apuntaba una flecha. Cuando una flecha apunta a la derecha, pero aparece en el lado izquierdo de la pantalla, la ubicación genera interferencia. Se compara el tiempo de respuesta cuando una persona cometió un error con el tiempo en el que acierta antes de cometer el error. La otra métrica es comparar cuántos errores comete una persona después de un error menos cuántos errores comete una persona después de un acierto.
¿Podemos fiarnos de Simon?
La medida de Simon es valiosa porque es simple de aplicar (por ejemplo, por personal sanitario en general). El estudio apunta a eso: a una medida simple que pretende evaluar el estado de la salud mental y que también funciona como ejercicio de estimulación cognitiva. Las medidas de Simon no solo son la precisión y el tiempo de respuesta, sino también saber si se es capaz de corregir un error. El patrón normal es una desaceleración después de cometer un error, pues ocupamos ese tiempo adicional para detectar que se cometió el error, y para planificar una conducta que evite que el error vuelva a ocurrir.
¿Aprendemos? ¿Después de un error, corregimos?
Un hallazgo de nuestro estudio es que después de cometer un error la gente lo corrige, aprende de los errores y esa tendencia se mantiene en el envejecimiento saludable. Se mantiene incluso en personas que superan los 85 años. Un adulto funcional es aquel que comete errores (incluso más que los jóvenes) y, sin embargo, los corrige. Algunas investigaciones en Psicología sugieren que un mejor cerebro es el que se demora menos tiempo en responder o el que comete menos errores. Pero lo que aporta el estudio es que un mejor cerebro, o un cerebro sano, es el que, aunque comete errores, los corrige. Por ejemplo, las personas con deterioro cognitivo ligero o con Alzheimer no corrigen los errores en tareas Simon.
¿Qué más se puede saber de uno mismo con estos test?
Por ejemplo, cuanto más exigente se es con uno mismo se podría cometer más errores. El nivel de estrés también influye porque a mayor estrés por cometer errores se reduce las posibilidades de corregir la conducta, pues reducimos la funcionalidad del lóbulo frontal. Otros estudios hablan de los efectos post-error asociados con las instrucciones o mensajes positivos, ambiguos o negativos de una tarea. Esto es, la eficiencia con la que uno reacciona a una tarea es mayor si nos hacen creer que somos de un grupo de alto rendimiento.
Un hallazgo de nuestro estudio es que después de cometer un error la gente lo corrige, aprende. Esa tendencia se mantiene en el envejecimiento saludable. Un adulto funcional es el que comete errores, incluso más que los jóvenes, y, sin embargo, los corrige.
¿Aplica en la educación con los mensajes del profesor al alumnado, por ejemplo?
Estas investigaciones pueden aplicarse a la educación, claro. Mensajes positivos, ambiguos o negativos por parte del docente pueden afectar el rendimiento de los estudiantes o su motivación. La educación normalmente es punitiva con el error. Lo importante es tener errores y corregirlos como parte del proceso de aprendizaje. Psicólogos y pedagogos podrían aprender de estas investigaciones porque explican la importancia del error en un cerebro sano. Un cerebro sano es aquel que es capaz de corregir los errores, no de no cometerlos […]. La vida es enfrentarse a cosas que desconoces, pero enfrentarte, aunque te puedas equivocar.
¿Cuál debería ser la actitud pedagógica hacia los errores?
Una manera distinta de ver a la educación sería cometer los errores con libertad y sabiendo que el docente está ahí para ayudar a enmendar, no para castigar con métricas como ocurre, por ejemplo, con las puntuaciones. Estas penalizan el error y lo que deberían hacer es reflejar cuánto se aprendió cometiendo el error. Esa es una de las posibles aplicaciones del análisis de cometer errores: ver la equivocación como una oportunidad. Sería bueno que entendamos que el error per se no es lo más importante y que el error es una oportunidad de aprendizaje.
¿Aprender del error dura más que si solo acertamos?
Por ejemplo, si en un semestre, en lugar de tomar una sola prueba final se toman varias pruebas, esto se refleja en aprendizajes más significativos y que duran por más tiempo en la memoria. O sea, dar a los estudiantes la oportunidad de cometer más errores genera un aprendizaje más duradero. Fallar es muy importante para el cerebro porque el aprendizaje que resulta de enfrentarse a un fracaso o frustración es más significativo y dura más tiempo. Algunos padres no lo ven así e intentan que sus hijos nunca se equivoquen. Pero enseñar a cometer errores es preparar a las personas para tomar decisiones con un cierto nivel de riesgo, y eso es crecer. Hay que tomar riesgos con posibilidad de equivocarse, lo importante es corregirlos.
Esta entrevista forma parte de la Revista Perspectivas de Investigación, edición #51, correspondiente a los meses febrero-marzo 2020. Si quieres acceder a la revista completa clic aquí.