En el siglo XXI, en cambio, las fake news tomaron fuerza a partir de la campaña electoral de Donald Trump quien, además de hacerlas populares a través de la manipulación de la verdad, logró destruir la imagen pública de su oponente Hilary Clinton con información falsa, siendo esta una de sus estrategias más criticadas.
Por otro lado, Trump utilizaba el término para descalificar a la prensa con relación a lo que publicaban de él y su campaña, lo que ocasionó una mala convivencia con los medios internacionales como CNN y The New York Times a los cuales acusó de crear Fake news de desprestigio.
A partir de este evento el término ganó popularidad y se empezó, según Claudia Rodríguez, investigadora y experta con el tema de fake news, a utilizar frecuentemente sea de forma intencionada, con malicia de hacer daño a alguien, deformando la verdad y los hechos, abonando de esta forma a la desinformación.
Cuando se habla de desinformación en el ámbito anglosajón existen dos tipos: disinformation, que es creada de manera arbitraria a propósito: hay una intención detrás que se asume como una estrategia o deseo de hacer daño a alguien o a alguna organización. En este grupo se ubican las fake news porque su característica principal es hacer daño y ese es el cometido de las noticias falsas. Y el segundo tipo es la misinformation, relacionada con las malas prácticas periodísticas, es decir, la información no es contrastada en la que no se busca la fuente y no se la verifica. La omisión de estas reglas periodísticas genera desinformación sin el trasfondo de hacer daño a alguien, ni desinformar, al contrario de la disinformation.
Estas concepciones nos permiten reflexionar que, en el ámbito periodístico, debemos dejar de llamarles “noticias falsas”, traducción literal al castellano, porque la definición de noticia como género periodístico se refiere a los hechos y estos no son basados sobre mentiras ni rumores sino en asuntos que realmente suceden. Como segundo aspecto se resalta lo que defiende Ramón Salaverría en el libro publicado en 2021 “Tendencias digitales para un mundo en constante cambio”: “cuando decimos fake news estamos asentando la atención solamente en las noticias” y la desinformación no solo sucede en el ámbito informativo, sino que también se evidencia en la propaganda, la publicidad y en el entretenimiento, espacios en los cuales a la desinformación se la normaliza y es más nociva.
En la actualidad, el Internet le ha dado un carácter global de inmediatez al fenómeno desinformativo. Antes de su aparición los medios tradicionales cumplían con esta distribución, pero perdían vigencia porque no había un archivo público de la información. Ahora, el Internet ha omitido el derecho al olvido, la información puede ser manipulada y distribuida por cualquier persona, en cualquier momento, lugar y por un sinnúmero de canales. La tecnología ha magnificado sus efectos y potenciado su letalidad.
Las fake news buscan influir a través de la reputación y de allí deriva el hecho de que alguien busque dañar esa reputación. Por ejemplo, en estudios sobre Opinión Pública, cuando se repasa el término, nos remontamos al origen de la Democracia a partir del momento en que los ciudadanos comenzaron a mirar a sus posibles gobernantes. Estos se elegían a partir de la reputación. Sin duda, en el entorno político todo candidato debe cuidar su imagen y sobre todo conectar con el votante. En este proceso, los mensajes que se emiten y publican no son siempre veraces, con la justificación de ganar adeptos. Y si se trata de la parte contraria, es decir, del partido opositor, las noticias falsas pueden ser utilizadas para deformar o dañar la imagen de un determinado candidato. Estos hechos se han calificado como propaganda negra, que se refiere al uso deliberado de la información maliciosa para dañar la imagen del adversario.
Asimismo, las fake news se relacionan con hechos políticos, económicos y sociales. Por ejemplo, con el enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania, lo que se ha percibido en primera instancia es un interés por controlar los medios. Hay un asunto de hermetismo muy severo por parte de Rusia. Este país descalifica toda información externa, inclusive la que procede de medios internacionales que establecen un proceso de verificación. Rusia, al igual que Ucrania, no descartan la utilización de sus propios medios y redes sociales al estilo de China porque aseveran estar con un mundo en contra, con información publicada a conveniencia
Estas situaciones políticas afectan porque en el ámbito latinoamericano nos informamos y vivimos la realidad del mundo a través de los ojos de los medios. Por ello, el uso de la información a la que estamos expuestos es un asunto clave para entender estas realidades. Rodríguez indica que estos procesos de información son parte de esas experiencias indirectas que tenemos con los medios y con la información que seleccionamos. Y son estas acciones con las cuales alimentamos las nociones de verdad, es decir, nadie tiene la verdad.
Otro evento de orden político es el caso de Brasil con el triunfo de Bolsonaro, a quien se le acusó de ganar las elecciones con el uso de fake news. Para su estrategia utilizó WhatsApp como herramienta de campaña, medio por el cual distribuyó una cantidad de contenido falso. A pesar de que se hizo pública esta estrategia, él terminó ganando las elecciones en 2018.
En Ecuador estamos a las puertas de un evento electoral para elegir alcaldes y prefectos y, con respecto a las noticias falsas, la presencia de estas es de siempre. Todavía no empieza oficialmente las campañas y existe un sinnúmero de información como entrevistas y datos de encuestas que se utilizan para generar desinformación. Lamentablemente la ciudadanía solo se queda con el dato suelto y no hay un proceso de cuestionamiento para solicitar información que conlleve a certificar lo expuesto y hacerse preguntas como quién es la empresa que realizó este estudio, con qué muestra se trabajó y quién pago para que la realicen.
Hay que advertir que las fake news constituyen una estrategia de campaña no legal, no moral y antiética. Sin embargo, no hay prohibiciones. Al menos en el ámbito digital no existe una Ley en Ecuador que restringa la publicación de esta información mal intencionada. En otros países como España, Alemania y Francia se gestó una Ley contra la fake news, con la justificación de proteger la seguridad nacional. El problema que se genera es la duda sobre quién decide qué es lo verdadero y lo falso. Esta disyuntiva puede llevar a la censura o afectar a la libertad de expresión.
Ante esta realidad, ¿qué hacer para evitarlo? Promover la educación del votante e iniciar planes a largo plazo, comenzando por los jóvenes para que aprendan a realizar una lectura crítica y sepan cómo consumir información. La educación a la ciudadanía debe abordar estos temas y acoger prácticas como las que se promueve en países como España, con el proyecto de alfabetización mediática, el cual consiste que los profesores de escuela y colegio se profesionalicen con un doble grado en educación y comunicación para, con este último, adquirir las destrezas que exige el tratamiento de información a través de las fuentes, su validez, la verificación de un dato y el uso de los medios. Este proyecto defiende que los profesores deben ser formados en temas de comunicación para que ellos, desde las aulas, hagan efectivo el aprendizaje sobre consumo información.
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