Un equipo de Psicología de la UTPL investiga el impacto del Síndrome de Burnout en médicos y enfermeras de Ecuador, el cual la OMS ya reconoce como una enfermedad.
El Síndrome de Burnout (quemado) es uno de los problemas psicológicos más comunes y está recibiendo cada vez más atención en la literatura científica. El término burnout fue utilizado por primera vez por Freudenberg (1974) para describir a los trabajadores agotados, como resultado de demandas excesivas sobre sus energías o recursos individuales.
La definición más reconocida en el ámbito científico es la utilizada por Maslach como una respuesta inadecuada al estrés laboral crónico, caracterizada por el cansancio emocional, despersonalización y baja realización personal que se manifiesta en aquellas profesiones de servicios que implican una atención intensa y prolongada.
Sentirse “quemado” no es algo exclusivo de una profesión, sin embargo, los profesionales expuestos al contacto directo con las personas, como sucede en la Medicina y la Enfermería, están sometidos a estresores adicionales pues afrontan una tarea compleja en la que influyen diversas situaciones: horarios irregulares, burocratización e individualismo en las instituciones sanitarias, alta implicación emocional, toma de decisiones, contacto con enfermos, frustración de no poder curar y conflicto de rol. Estos elementos, junto a otros aspectos como falta de habilidades, factores de la organización y bajo apoyo social en el trabajo pueden conducir a la angustia, al burnout.
Marina del Rocío Ramírez Zhindón, profesora del Departamento de Psicología de la UTPL, investigó sobre una muestra de 2.404 profesionales del total de la población de médicos y enfermeros que trabajan en 91 instituciones de salud (hospitales básicos y generales, hospitales de especialización y centros de salud ambulatorios de las 24 provincias del Ecuador).
Para participar en el estudio, los profesionales de la salud debían: a) ser calificados como profesionales de Medicina o Enfermería, b) tener un mínimo de un año de experiencia, y c) ser un empleado activo y dar su consentimiento informado para la investigación. profesionales (prácticas en otros centros, tomando cursos, etc.) y por eso fueron excluidos.
Hay dos estrategias de intervención: una está ligada al ámbito organizacional y a trabajar con salud ocupacional en cuestiones de pausas activas. La otra es la fase individual, esto es, preguntar el sentido de la vida, cuáles son los límites de la persona y qué es lo que puede hacer
Entre los resultados relevantes el 2,6% de los profesionales estudiados presentó el Síndrome de Burnout. Por dimensiones, el 17,2% de los participantes presentó un alto nivel de agotamiento emocional; el 13,5% de despersonalización; y el 18,2% presentó baja realización personal. No ser mestizo, estar clasificado como un caso probable de trastorno mental y usar más afrontamiento pasivo se asociaron con una mayor probabilidad de presentar Burnout. Por otro lado, tener más de 10 años de experiencia se asoció con una menor probabilidad de Burnout.
La investigación sobre el Burnout se ha extendido internacionalmente y, durante las últimas cinco décadas, se ha definido la complejidad del concepto de este síndrome y su relación con el estrés laboral sostenido, subrayando el impacto de la experiencia de los trabajadores con sus condiciones de trabajo. Actualmente, la atención se está dirigiendo al concepto de engagement, la antítesis positiva del Burnout, a partir del cual se pueden desarrollar diferentes propuestas dirigidas a mejorar la salud y bienestar de los trabajadores. Es imprescindible convertir ambientes laborales tóxicos en ambientes de trabajo saludables y productivos.
“La gente competitiva tiene mayor predisposición”
¿Burnout es cansancio?
Es un agotamiento, más que de tipo físico, de tipo mental. Es no poder dar más de sí mismo en una actividad laboral. El desencadenante está en función de alguna actividad: una persona se ha preparado mucho para ciertas actividades (desempeño en un ámbito social) pero el contexto es muy demandante y, entonces, la persona no tiene las suficientes competencias para dar una respuesta. La Organización Mundial de la Salud ya reconoce al síndrome como una enfermedad dentro del contexto laboral.
¿Cómo saber que tenemos ELC?
La teoría de Maslach es una de las más reconocidas en el ámbito académico y habla de tres aspectos fundamentales:
- Primero, el agotamiento que es más de tipo emocional que de tipo físico, la sensación de no poder dar más de sí mismo.
- Un segundo momento que se relaciona con el ámbito de despersonalización o trato cínico o distante. Este es un apartado de afrontamiento, una estrategia, es decir, la inhabilidad de involucrarse más con la otra persona por agotamiento o desgastamiento.
- Tercero, un apartado de cuestionamiento: me he preparado tanto para poder dar solución a una determinada problemática dentro del contexto laboral, sin embargo, no puedo dar esa respuesta, no puedo mejorar esa situación de salud (en el caso de profesionales de la salud), no puedo hacer que las personas se recuperen ante cierta enfermedad. Entonces se inicia un cuestionamiento de si uno es capaz de dar una respuesta en lo que se preparó. También existe un decrecimiento en el ámbito laboral, una baja de la productividad.
¿Es algo que puede ocurrir a cualquiera?
No necesariamente sucede a todos. La gente muy competitiva tiene mayor predisposición a desarrollar el ELC. También se asocia a síndromes o desgastes de la salud mental, como la ansiedad o la depresión. Otros factores de riesgo o que predisponen en el contexto laboral son: sobrecarga de actividades en regímenes de horarios flexibles, trabajos por turnos sin descanso adecuado, grandes números de clientes y pequeños tiempos para atenderlos, estrategias pasivas de enfrentamiento ante las situaciones de estrés y negación. Esto hace que nuestros mecanismos internos y externos desarrollen un estrés crónico ante las situaciones.
Ustedes investigaron en profesionales de la salud…
Se hizo la investigación con profesionales de salud porque la literatura indica que éstos son los más proclives a desarrollar ELC. Son profesionales que se cuestionan si pueden o no dar respuesta a un contexto: la situación de salud del paciente puede ser que ya esté en una fase última que requiere de cuidados paliativos, y ya no se puede curar; también son contextos de mucha ambigüedad de rol: no está totalmente especificado hasta dónde pueden llegar con un paciente (desgaste emocional); o son contextos muy competitivos (trabajo en equipo deficiente).
Además, se espera del médico no solo evaluación física sino también comprensión, asertividad, etc., lo que produce un desgaste mayor. Asimismo, los médicos no únicamente trabajan con el paciente, sino que son profesionales que están ligados a la familia de este. Muchos de los casos requieren que se dé el diagnóstico a la familia. Por eso algunos expertos le llaman “Síndrome del cuidador descuidado”. En estas actividades la demanda es muy alta.
¿Qué indican sus resultados?
Se encuentra que factores protectores son la red de apoyo social o la ayuda profesional en temas de ansiedad o depresión. Factores desencadenantes: presencia de ansiedad y depresión. Aunque la prevalencia de ELC no haya sido tan elevada (2.6%), el apartado de agotamiento emocional era preocupante debido a su alta puntuación en el caso de estudio, seguido de la despersonalización, que fue otra de las escalas con relación elevada. Y, por último, la baja realización personal.
¿Qué se puede hacer para combatir el síndrome?
Hay dos estrategias de intervención. Una está ligada al ámbito organizacional: trabajar con salud ocupacional en cuestiones de pausas activas, y cuestiones de relación líder-colaboradores que debe evaluarse. La otra es la fase individual: preguntar el sentido de la vida, centrarse hacia dónde va, cuáles son los límites de la persona, qué es lo que puede hacer al respecto.
¿En eso están trabajando?
Estamos desarrollando un estudio longitudinal con el equipo de Psicología Clínica de la Universidad de Santiago de Compostela de España, adicional a esto se están analizando otros entornos de estrés y sobrecarga específicamente nos encontramos desarrollando un proyecto para identificar los factores protectores y desencadenantes en lo que respecta a la sobrecarga en cuidadores de adultos mayores.
Este reportaje forma parte de la Revista Perspectivas de Investigación, edición #55, correspondiente a los meses octubre-noviembre 2020. Si quieres acceder a la revista completa clic aquí.