Su propuesta es muy característica porque trabaja con un árbol centenario de formas expresivas llamado “ceibo” que se reproduce en el trópico seco del sur del Ecuador, se apropia de este árbol para humanizarlo y crear un nuevo ser a través del cual eleva su protesta en contra de la destrucción ecológica, la contaminación ambiental, pero sobre todo la tala indiscriminada de árboles como: faiques, algarrobos, guayacanes y gualtacos, que fueron usados para alimentar la industria ecuatoriana de los años 80´s, de quienes se dedicaron a la construcción de parqué, postes, muebles, carbón, etc. Usando esta imagen de corte surrealista recrea escenas de fecundidad, amor, ternura, agonía y muerte; cuestionando al espectador por su conducta, ya que por su ambición desmedida por obtener poder y riquezas vanas, no repara en nada la destrucción que ocasionan.
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