Entrevista: Emilio Seraquive

Rastros urbanos de seres despoblados, anónimos, que aparecen aquí con una fortaleza y una portentosa existencia, para convocar al espectador a enfrentarse con él directamente; sin dilaciones, en un duelo que mostrará lo que el hombre no ve, no advierte o por último no quiere admitir: su condición humana y el hecho de formar parte de un grupo de seres que se depredan entre sí y como carroñeros, consumen sus sobras. La noche acecha, en ella se pueden cometer los más horrendos crímenes, se abre la piel para advertir lo que contiene. El alma vomita, excreta cabezas, tuberías, seres extraños que confabulan para unirse y convertirse en un todo que no se confunde entre sí, todo lo contrario, es un propósito extendido, una amalgama de miembros que se mueven autónomos e intimidan, porque lejos de la escena que nos presentan, parecen disfrutarla y regodearse con ella.

 


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