Las evidencias del pasado y del presente, ubican a los seres humanos como una especie en constante movilidad. Los desplazamientos que se producen a diario alrededor del mundo, demuestran que los individuos vivimos una continua interacción y cruzamientos: genéticos, étnicos, culturales, sociales, políticos, económicos, más aún hoy cuando el desarrollo tecnológico ha acortado las brechas comunicacionales sobrepasando los lindes geográficos como parte de aquel proyecto globalizador que impone: la “ruptura de fronteras”. En este contexto, el viaje, el éxodo masivo hacia otros meridianos geográficos, se ha convertido en el objetivo de primer orden, la meta, la utopía de “mejores días”; una realidad que solo ha conducido a la degradación del ser humano, a su sometimiento a los “no lugares”, a aquellos espacios vacíos que han dejado estigmas imborrables.