Proclive como soy a los contagios y a la incertidumbre, pueblo por ahora el territorio de un delirio. Su configuración viene dada por antiguos grabados que se extienden ante mi cual laberintos. Me he afanado en atrapar unos datos, al tiempo de conjurar el sensacionalismo que suele acompañar los discursos sobre el pasado aborigen. He llamado Delirium rupestris a unas operaciones que desde mi condición de cuerpo capaz de afectar y de ser afectado, resiste la tiranía de la forma, la identidad y la interpretación. Simultáneamente, de la forma capturo movimientos y direccionalidades, subvierto la identidad con el fragmento y debilito la interpretación con la posición de presencias asignificantes. ¿Qué espero conseguir con todo esto? Ritmo, multiplicidad y fabulación.