Las monedas digitales pueden constituir una alternativa a las transacciones que se realizan en la actualidad. Recordemos que el papel moneda ha sido el medio de intercambio más utilizado a nivel mundial gracias a la confianza que inspira, además de su aceptación como medio de intercambio y respaldo. Una moneda digital debería cumplir el mismo rol de una moneda física como medio de intercambio y respaldo. Sin embargo, las criptomonedas, denominadas así por su naturaleza encriptada a través de codificaciones, basan su uso en una cadena de bloques atados a un sinnúmero de operaciones que utilizan computadoras que minan miles de usuarios en cualquier lado el mundo. Su descentralización y sobretodo, casi nulos costos de transacción la vuelve atractiva. Se considera que pueden incrementar su valor rápidamente por restricciones de oferta, pero a la vez mantiene un altísimo riesgo por su carencia de respaldo formal, pudiendo generar pérdidas en los inversionistas.
Podemos citar dos casos ejemplares, como lo ha sido el Bitcoin y el Petro. La primera criptomoneda atribuye su éxito a la confianza depositada en sus usuarios y a la transparencia de las transacciones codificadas; aunque, no está exenta de genere inconvenientes en cualquier momento, sobretodo porque frente a un shock financiero internacional la especulación que utiliza tácitamente para el incremento de su valor, podría ser contraproducente debilitándola y destruyéndola. Se ha apostado por ahora, a un nivel de aceptación y confianza mundial que podría más bien, hacer un llamado de atención al sistema financiero internacional como una alerta para mejorar su eficiencia y servicio. En la segunda criptomoneda la situación es distinta, porque si se utiliza el Petro con el concepto de criptomoneda, no mantiene los principios elementales de su uso, como es la transparencia en las transacciones y la descentralización. Un caso específico de ello es en Venezuela, donde fue utilizada desde febrero de este año. El Banco Central de Venezuela la manejó, careciendo de credibilidad y sobretodo podría causar una suerte de liquidez ficticia, que sumada a la devaluación del Bolívar sería contundente en la economía de ese país.
Finalmente, considero que, no se debe tener miedo a las criptomonedas, porque acompañados de la globalización del internet vamos a tener cambios como este en el mundo. Sin embargo, es valioso que existan normas mínimas para su uso. Entendamos que el riesgo es alto cuando los rendimientos son altos y, en este caso, aún más cuando si existe un shock nadie va a responder por tus dólares invertidos en esa criptomoneda.