En apenas 11 mil km2 que cubre la superficie de la provincia de Loja existen más de 20 ecosistemas, alrededor de tres mil especies de plantas y un significativo grupo de especies de aves, mamíferos, anfibios y reptiles, muchas de ellas endémicas, es decir, que no se encuentran en ningún otro sitio en el planeta. Según el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate), desde 1990 esta provincia ha perdido alrededor del 20% de sus bosques. En este sentido, Leonardo Ordóñez-Delgado, docente investigador del departamento de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la UTPL, ve en la producción agroforestal de café una oportunidad para integrar una actividad productiva económicamente relevante con la protección de la naturaleza, ya que “tener un sistema de cafetales mezclados con árboles siempre será mejor para la biodiversidad que tener un pastizal o un monocultivo de café”.
Por sistema agroforestal se entiende un proceso productivo en el cual los árboles se combinan con cultivos agrícolas o procesos de producción pecuarios. El cafeto, o la planta del café, es un cultivo que se adapta muy bien a vivir entre árboles, bajo su sombra, lo que permite mantener parte de sus servicios ecosistémicos. “Si te pones a analizar, de todos los sistemas productivos que tenemos en la región, el más amigable con la naturaleza es el café arbolado. Aquí no tenemos grandes cafetales de cientos o miles de hectáreas (como sucede en Brasil o algunas partes de Colombia). Tenemos cafetales relativamente pequeños, metidos entre una gran diversidad de tipos de árboles distintos junto a otros elementos productivos”, comenta Leonardo. Para él, la clave está en mantener la mayor cantidad de estratos de vegetación posible, incluyendo pequeñas especies de matorrales, conocido como el sotobosque. “Si tienes estratos de plantas herbáceas, tienes insectos asociados, consecuentemente tienes pequeños mamíferos y aves que comen esos insectos. Cuantos más estratos de vegetación existan vamos a tener mayor biodiversidad y una dinámica mucho más saludable”, agrega.
Gracias a investigaciones realizadas en el cantón Olmedo, en los alrededores de Cajanuma y Palanda, se pudo determinar las especies de aves que se encontraban en áreas de bosque, en sistemas agroforestales de café y en pastizales. La dinámica hallada fue clara: “la mayor diversidad de aves se encuentra en el bosque, disminuye un poco en sistemas agroforestales de café y cambia drásticamente hacia los potreros. Por ejemplo, en los potreros quedarían menos del 50% de las especies que se registran entre los bosques y los cafetales. En los cafetales arbolados disminuye un poco respecto a los bosques, quedarían alrededor del 70% al 80% de las especies. En los potreros, por lo general persisten aves de hábitats intervenidos o especies asociadas a los seres humanos”.
Los sistemas agroforestales de café de la región albergan una importante comunidad de aves. En estos sistemas productivos se ha podido registrar, además de las especies residentes, algunas endémicas (p. ej.: Mirlo del Marañón – Turdus maranonicus), migratorias (p. ej.: Zorzal de Swainson – Catharus ustulatus) y amenazadas (p. ej.: Pava Barbada – Penelope barbata), entre otras. Sin embargo, los estudios sobre la diversidad y otros elementos ecológicos que aportan estos sistemas productivos están iniciando.
La información registrada hasta el momento denota que un importante número de especies asociadas a los bosques muestra afinidad por los cafetales arbolados, tanto como refugio, sitio de anidación, alimentación o como corredores biológicos. Y, además, difieren significativamente en cuanto a riqueza, diversidad y composición de los grupos alimenticios (nivel trófico) respecto de otros sistemas productivos predominantes en la región, por ejemplo, la ganadería. Leonardo concluye que “es fundamental tener claro que, en este momento, toda iniciativa que permita conservar un grupo de especies o una especie en particular es importante”, y considera vital establecer alianzas entre la academia y los sectores productivos para potenciar las fincas cafetaleras como escenarios no solo de producción, sino también de investigación, educación y turismo.