Cuando hablamos de ternura, hablamos de amor, de poesía, de sueños, de ese retazo de infancia que alguna vez se nos quedó atrapado en el pasado, entre los colores de las mariposas, el tapiz de los jardines y los ojos inmensos de las muñecas de trapo. Cuando hablamos de ternura, hablamos de salir muy queditos al encuentro con una parte de esa infancia, que desfavorablemente a muchos se les extravió justo al inicio de la gran escalinata que conduce a la madurez, allá donde los códigos cambian, donde a los adultos les está prohibido desamarrar la ternura, so pena de que los llamen débiles.

 


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