Conoce el arte del sur

Una sociedad que vive el Arte, es una sociedad viva, sensible, propositiva, imaginativa; una sociedad indomable que piensa por sí misma.

LIBRO: ARTE DEL SUR

El libro Arte del Sur nace por la necesidad de agrupar y difundir a la sociedad el arte de la plástica que se hace desde la ciudad de Loja, siempre asociada al desarrollo de la cultura. La ciudad castellana, por su situación geográfica, es muy difícil que sea una ciudad industrial pero su motor puede y debe ser el cultural.

Dirección: Javier Vázquez y Boris Salinas

Fotografías y diseño: Javier Vázquez

Año: 2015

ISBN: 978-9942-21-122-4


ENTREVISTAS (Haz click para ver)


SOBREVUELO POR EL CAMPO DE LAS ARTES GRÁFICAS DE LOJA

Texto: Diego González Ojeda

Salvo algunos pintores y escultores que esporádicamente han aparecido durante los primeros dos tercios del siglo veinte[1], las clásicas fuentes históricas sobre Loja no la mencionan como una ciudad de arraigada tradición en el terreno de las artes plásticas, a diferencia de Quito y Cuenca en las que pintura, escultura y labores conexas venían siendo intensamente cultivadas desde la época del gobierno español. Este panorama en parte obedece a la considerable difusión institucional de que han gozado la literatura y la música. No obstante, y si bien el reconocimiento social e histórico de aquellas no alcanza las cotas de estas disciplinas, recientes investigaciones están sacando a la luz evidencias de actividad en torno a la generación, uso y circulación de imágenes, mucho más dinámica con respecto a lo que estamos acostumbrados a aceptar[2].

Así por ejemplo, en un opúsculo de 1877, que describe la «Situación de la provincia de Loja» su autor, Benigno Carrión, menciona que “entre las bellas artes se practican la pintura, la escultura y la música”[3]. Su valoración no es favorable, ya que las percibe “sin gran adelanto […] a falta de buenos maestros que despierten el gusto y estimulen a los que se dediquen a cultivarlas”. Décadas más tarde parece haber cierto interés en cambiar esa situación, pues se sabe que a inicios del siglo XX el Municipio de Loja solía becar a jóvenes que demostraban aptitudes artísticas para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Quito[4]. El centro desde donde se seleccionaba a los becarios, aparece en documentos de la época con diversos nombres. Se trata de una “Casa de Artes y Oficios” que funcionó por pocos años hasta 1902 “porque no hubo fondos para sostenerla” y que luego se conoce como “Escuela Nocturna para Obreros”, “Clase Nocturna de Dibujo para Obreros” o “clase municipal de dibujo” contando más adelante con clases de pintura y escultura. Entre los profesores de esta escuela estuvo José Emilio Manosalvas, quien a su vez era hijo de Juan Manosalvas, uno de los prestigiosos estudiantes de la ya referida Escuela de la ciudad capital.

De esta formación inicial y la subsecuente beca procede Ángel Rubén Garrido (1900-1978), quien tras sus estudios en Quito regresa a Loja, donde se establece como pintor, siendo reconocido por su extensa producción de pintura con temática religiosa, que todavía se exhibe en iglesias de la ciudad y provincia. También proceden de allí los escultores lojanos de primera mitad del siglo XX que han alcanzado celebradas valoraciones, en especial por sus bronces en el espacio público, como son los hermanos Daniel Elías (1908-1988) y Alfredo Palacio Moreno (1912-1998) quienes se formaron en la capital y posteriormente en la Academia de San Fernando (Madrid). La mayor parte de su trabajo lo realizaron fuera del contexto lojano (respectivamente en Cuenca y Guayaquil) donde han alcanzado importantes reconocimientos. Otro artista que estudió en Quito es José María Castro (1891-1977), quien posteriormente trabajó en Loja y que ha dejado algunas obras públicas en pintura y escultura, éstas últimas principalmente fundidas en concreto[5].

Más adelante surge la figura de Eduardo Kingman Riofrío (1913-1997), nacido en Loja y cuyo reconocido desarrollo de alcance internacional, obedece al ámbito de Quito y Guayaquil. A nuestro modo de ver, si bien Loja no se desentiende del imaginario del indigenismo y el realismo social que suscribe Kingman, su trabajo no resultó determinante en la dinámica de la plástica local de esa época.

Poca atención han merecido las generaciones que se desarrollan entre los años treinta y setenta del pasado siglo. Salvo excepciones, no se perciben exponentes que marquen las pautas de un movimiento artístico-plástico de Loja. Los artistas de esa época que destacan lo hacen en otras ciudades del país, como sucede con el pintor Víctor Jaramillo, el escultor Evelio Tandazo, y Oswaldo Mora, reconocido por sus vitrales y pintura mural. De vuelta al ámbito local, ponemos en relieve el trabajo del dibujante y caricaturista Willian Brayanes, así como de Guillermo Herrera, quien entre otros intereses dedicó mucha atención al uso de la gráfica prehispánica, principalmente en la cerámica[6]. La vida y obra de estos autores, así como de quienes se mantienen a la sombra de artistas socialmente celebrados, es tarea pendiente para una historiografía de la producción, uso y circulación de imágenes y obras de arte, todavía por escribir.

Entre las décadas de 1970 y 1990 la ciudad experimenta una importante dinamización en el ámbito que nos ocupa, desde la fundación en 1973 de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Técnica Particular de Loja y la Sección de Artes Plásticas del Instituto de Cultura y Arte en 1976, hasta la creación de la Carrera de Artes Plásticas en 1989, las dos últimas pertenecientes a la Universidad Nacional de Loja. Las figuras que destacan como profesores y artistas son Guillermo Herrera, Ticiano Cagigal, Juan Flores, Gerardo Sáez, Claudio Quinde, Sigifredo Camacho, Salvador Villa, Fabián y Estuardo Figueroa, Alívar Villamagua, Marco Montaño, Néstor Ayala, entre otros. Las visiones que se ponen en juego en las aulas y talleres universitarios, son tributarias de las Facultades de Artes de la Universidad Central (la antigua Escuela de Bellas Artes de Quito) y de la Universidad de Cuenca, así como de centros de formación extranjeros de Chile, España e Italia.

Las nuevas circunstancias propiciaron la creación del Salón de Noviembre en 1975, bajo el auspicio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (que funcionaba en Loja desde hacía tres décadas). Posteriormente se activan otros espacios como el Museo del Banco Central, que organizaba muestras con obra de artistas mayoritariamente foráneos, y una serie de exposiciones y concursos promovidos desde ámbitos públicos y privados, donde—dicho sea de paso— la pintura ha sido la principal protagonista. El incipiente mercado del arte, derivado de esta actividad, se ha movido al vaivén de los auges y crisis, apostando poco por la producción artística local. De cualquier forma, estos escenarios dan ocasión a los primeros ejercicios de crítica, entre los que destacan los de José Beltrán, Jaime Celi y Fausto Aguirre[7], que se publican por la vía de catálogos o de hojas volantes que acompañan las muestras, o en los medios de comunicación locales.

No se puede entender la dinámica de la plástica contemporánea en Loja, sin considerar los movimientos en los que se hallan envueltas sus universidades. Será pues desde ese contexto y durante la década de los años setenta que se dará inicio a su progresiva presencia en la ciudad y la región. La creación presentará orientaciones diversas entre ambos polos de formación, que han dado ocasión a la actual configuración de la plástica lojana. La tendencia dominante de la producción pictórica sobre otras (dibujo, escultura) que se advierte desde décadas atrás, se mantiene entre los artistas lojanos a partir del último cuarto del siglo XX. Por otro lado, el uso de técnicas se ha ido diversificando, con una presencia notable de pintura al óleo y acrílico, mientras que en escultura ha dominado el modelado en arcilla, material abundante en la región.

Los planteamientos plásticos y estéticos asociados a las dos citadas universidades muchas veces se han manifestado antagónicos. Esto se percibe con más claridad a través de la profusa pintura mural en espacios públicos y privados, que si bien bebe de la común admiración hacia el muralismo mexicano, tiende en el primer caso hacia el decorum de las edificaciones mientras que en el segundo se impone el imaginario del realismo social[8].En la pintura de caballete y en la escultura no se puede establecer esta distinción. Como veremos a través de la selección del presente trabajo, las narrativas visuales varían mucho entre un autor y otro, e incluso en la producción de un mismo artista. Las composiciones se presentan como atisbos de las posiciones o de los puntos de vista con los que cada artista se enfrenta y captura una porción de mundo: su cuerpo puesto en relación con otros, cuerpo social o cuerpo de la tierra, con los signos del ser del pasado, lejano o inmediato, heredados incluso muy a su pesar y con los cuales se da la impostergable tarea de producir sentido.

Cabe señalar las implicaciones de los acelerados cambios en distintas esferas de la vida, que han jugado un rol fundamental en la toma de decisiones de los artistas, quienes en gran medida comparten el tiempo de dedicación a la creación con otras actividades que les permiten mantener vigente su producción, a pesar del escaso movimiento en el mercado del arte de la zona. Mención especial merece la incursión, desde mediados de la década de 1970, de artistas mujeres en la pintura y escultura, en contraste con la ausencia que se percibe en épocas anteriores. Un caso paradigmático es el de Mónica Sarmiento, quien ha expuesto su producción en varias galerías y museos alrededor del mundo.

¿Qué le espera a la plástica lojana del futuro? Las incursiones en nuevos problemas estéticos y en el amplio abanico de recursos técnicos y materiales, así como las aperturas que operan los artistas emergentes nos predisponen favorablemente. No obstante, se deben tener presentes las limitaciones y los retos —además de los relacionados a la lógica capitalista—derivados de las invasiones constantes de clichés, el anestesiante efecto de los mass-media y la cesión de derechos que inconscientemente otorgamos a otros sobre nuestra inteligencia.

BIBLIOGRAFÍA:


[1] Cfr. Aguilar M., Ángel Braulio, Las artes plásticas del siglo XX en Loja, Loja, Editorial Gustavo A. Serrano, Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo Provincial de Loja, 2005, p. 28 y 29.

[2] Además de la recién citada obra de Ángel Aguilar, nos referimos a las siguientes fuentes: Eguiguren Burneo, Julio y Eguiguren Valdivieso, Genaro, Imágenes. Loja. Fotografías de J. Reinaldo Vaca, Colección Fotografía del Siglo XX, vol. VII, Quito, Ediciones del Consejo Nacional de Cultura, 2010; Moreira Ortega, Rodica, Estado y levantamiento de las fuentes primarias para la Historia de la Comunicación Social en las provincias de Loja y El Oro: 1856-1925, Trabajo de fin de titulación. Titulación de Comunicación Social. Universidad Técnica Particular de Loja, 2013; Malo Martínez, Elena, Muralismo en Loja, Ecuador, Tesis doctoral (t. 1 y 2). Departamento de Historiadel Arte y Musicología, Doctorado en Historia del Arte y Musicología, Universitat Autònoma de Barcelona, 2014; y Arias Álvarez, José Carlos, Ángel Rubén Garrido. Lenguaje de las manos que conjugaron arte y devoción, Cuenca, Gráficas Hernández, 2014. Además de la rica colección fotográfica, en la primera de estas obras se hace mención de la actividad que había en este campo en la primera mitad del siglo XX. La segunda fuente recoge en sus anexos varios periódicos y revistas en donde se constata la actividad de ilustradores y grabadores; la tercera brinda importante información sobre el contexto que ha contribuido al florecimiento de la pintura mural; mientras que la última toma el caso de un reconocido artista local que vivió entre 1900 y 1978, cuya obra en su mayoría se circunscribe al contexto lojano.

[3]Carrión, Benigno, «Situación de la provincia de Loja», 15 de octubre de 1877, en Espinosa Sigcho, Ecuador, Loja de antaño, Loja, Graficplus, 2015, p. 37.

[4] Cfr. Arias Álvarez, José Carlos, Ángel Rubén Garrido…, pp. 18-19, 193-201 (estas últimas páginas muestran fascímiles de documentos que reposan en el Archivo Histórico de Loja); Jaramillo Alvarado, Clodoveo, Loja contemporánea (1920), Colección Rememora, Loja, Editorial Gustavo A. Serrano, Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo Provincial de Loja, Plan Binacional de Desarrollo Fronterizo, Capítulo Ecuador, [1920] 2006 p. 102; «Necesidades locales» El Adelanto Seccional, Loja, 1905-06-30, Año 1 (n. 6), p. 21; y «Nuevo presidente» El Adelanto Seccional, Loja, 1905-08-31, Año 1 (n. 8), p. 29.

[5] Cfr. Aguilar M., Ángel Braulio, Las artes plásticas del siglo XX en Loja, pp. 214-225. José María Castro junto a otros artistas aparace también referido en Armijos Ayala, Arturo, Loja antigua en la Memoria, Loja, Editorial Universitaria-CUDIC-UNL, 1995, p. 59 y 60. Mencionados por las mismas fuentes, se han destacado talladores e imagineros nacidos entre las últimas décadas del siglo XIX hasta las primeras del XX, como José María y Abdón Berrú, Gil Herrera, Manuel Febres, Carlos y Manuel Febres Alvarado.

[6] Cfr. sobre algunos de estos autores Aguilar M., Ángel Braulio, Las artes plásticas del siglo XX en Loja, pp. 21-22. Sobre Guillermo Herrera, véase además el trabajo de Herrera de Velasteguí, Victoria, Semblanza de Guillermo Herrera, Loja, Offset UTPL, 1986.

[7]Cfr. Tapia, Patricia Soledad, La crítica del arte en el contexto artístico-plástico lojano de las dos últimas décadas, Tesis de Maestría. Facultad de Artes, Programa de estudios de Posgrado en Artes, Universidad de Cuenca, 2014, pp. 69-71.

[8] Véase el valioso registro y análisis sobre la “ciudad de los murales” en Malo Martínez, Elena, Op. cit., t. 1., pp. 113 y 265.