Mientras la humanidad aún discute acerca del cambio climático, la temperatura promedio del planeta aumenta entre uno y dos grados. Así lo confirman las cifras escalofriantes del Programa de las Naciones Unidas (ONU) que indican que el año 2016 fue el más cálido de la historia y que cada una de las épocas siguientes será mucho más caliente que la anterior.

Los datos aseguran que el 40% de los glaciares en América Latina han desaparecido en los últimos años y comprueba la existencia de un récord del CO2 en la atmósfera cada año, además de la tala indiscriminada de aproximadamente 15 millones de árboles en el mundo.

El tema ambiental clama prioridad. Pese a los acuerdos mundiales que existen, en la actualidad la dinámica internacional coloca en segundo plano la crisis ambiental sin darnos cuenta que el calentamiento global más que un mito es una realidad que acecha al planeta Tierra día a día.

Los países con mayor nivel de contaminación son también los que más crecen económicamente y en vez de dar el ejemplo en la lucha contra el cambio climático ponen mayor interés en la política y la economía, porque no terminan de entender que el calentamiento global afectando el clima, las ciudades, los océanos y la vida silvestre destruirán toda manera de crecer eliminando automáticamente los mercados o los estados.

Un país puede ser próspero en materia económica y política, pero si el mundo no es consciente de lo que sucede con el medio ambiente de nada servirá tener finanzas estables con la Tierra destruida. Por ello, el factor económico tiene un reto ante el cambio climático.

La economía mundial se mueve acorde a la dinámica financiera inmersa en un caos internacional, pero sin ninguna vinculación con el medio ambiente. El ser humano es complejo e irracional a la hora de cuidar el medio ambiente, pero necesita estar consciente de lo que sucede.

Los países más contaminantes del mundo son China, Estados Unidos, India, Rusia e Indonesia. El primero emite el 23,2 del total de material contaminante que tiene el planeta, un efecto agresivo que terminaría por destruir el ecosistema en los próximos 30 o 40 años.

Si comparamos los niveles de contaminación de estos países en los últimos años con las tasas de crecimiento económico fácilmente puede hallarse una correlación directa. Son los que más crecen, pero también los que más contaminan.

En la práctica esta acción demuestra que la crisis mundial (económica, política, alimentaria y ambiental) es una realidad que tiene que ver con la racionalidad del ser humano que se vuelve irracional cuando destruye el bien común por un interés particular.

El interés de cada nación muestra que detrás de todo el componente energético mundial están las grandes empresas transnacionales y obviamente no estarán de acuerdo con que sus ingresos económicos disminuyan a costa de energías limpias.

EEUU, uno de los países que genera más gas efecto invernadero, se salió del pacto de París porque aparentemente su cumplimiento costaría millones de empleos en ese país. Lo lamentable es que, sino no se alinea, el mundo tarde o temprano empezará a colapsar. Es fácil entender que el planeta es único y las consecuencias afectarán a todos por igual en el mediano y largo plazo.

En la práctica esta acción demuestra que la crisis mundial (económica, política, alimentaria y ambiental) es una realidad que tiene que ver con la racionalidad del ser humano que se vuelve irracional cuando destruye el bien común por un interés particular.

Los acuerdos internacionales como el Protocolo de Kioto (2011) y el Acuerdo de París (COP21), en 2015, son compromisos adquiridos por las naciones preocupadas por los últimos acontecimientos. Los cumplimientos de sus metas están por medirse en los próximos tres años, en los que se deben penalizar a los países incumplidos, porque esos procesos necesitan seriedad.

Lo fundamental es que los países asuman políticas económicas que permitan a las empresas privadas y públicas ajustarse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados formalmente en la Asamblea General de Naciones Unidas en el año 2015.

En primer lugar, existen recursos que se perderán si no hay responsabilidad con el medio ambiente. Además, los países crecerán financieramente, pero por el otro tendrán que cubrir los costos en los que incurrirán los empresarios.

Para poder hablar de la relación de la economía y del cambio climático hay que incorporar el Producto Interno Bruto Verde, indicador de crecimiento económico que tiene en cuenta las consecuencias medioambientales del crecimiento económico medido por el Producto Interno Bruto o PIB convencional.

El sector privado debe incluir los costos ambientales en su cadena de producción. Entendidos como integrales y basados en las metas de los ODS. A los países les convienen generar incentivos económicos o tributarios. Es un tema de políticas públicas.

En todo esto, Estados Unidos como la máxima potencia mundial debería tomar el liderazgo pro ambiente tomando los datos del 2016 del programa de la ONU. Su salida del Acuerdo de París no es ningún ejemplo para evitar la destrucción del planeta.

La alerta roja de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) debería comprometer al mundo a promover políticas ambientales para detener la desforestación, apostar a las energías renovables (…). Alemania por ejemplo está cumpliendo con el compromiso de no utilizar energías fósiles y ese debería ser una ruta a seguir.

Las políticas ambientales y el interés por frenar el calentamiento global deben trabajarse desde lo local. El trabajo lo hace cada ciudadano desde su hogar. Luchar contra el cambio climático implica por ejemplo usar la menor cantidad de químicos en la agricultura, colocar la basura en su lugar, generar políticas públicas a través de los gobiernos locales. Es tener áreas verdes y el aire limpio. Inclusive agricultura urbana y diseño de ciudades sostenibles.

Aquellos que creen que el calentamiento global es un mito están equivocados. No basta con plantearnos el problema, es necesaria la acción y que la planificación defina indicadores donde los países como el nuestro ya busquen la sostenibilidad desde lo económico, social ambiental e institucional.

Artículo extraído de: La Conversación
Economista; Doctorando de la Universidad Técnica de Dresden - Alemania; Decano del Área de Economía y Ciencias Empresariales y Docente de la carrera de Titulación en Economía en la UTPL.